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El terremoto que sacudió Al Haouz y el Atlas la noche del viernes 9 de septiembre, de magnitud 7 en la escala de Richter, provocó un dolor y una tristeza colectivos sin precedentes.
El terremoto fue devastador, dado el número de muertos, heridos y la destrucción generalizada de viviendas y hábitats en las aldeas. Caían rocas de las montañas y los intensos temblores provocaron que la gente huyera de sus hogares mientras los pájaros abandonaban sus nidos. Esta catástrofe afectó considerablemente al patrimonio inmaterial de Marruecos.
Sin embargo, lo que asombró al mundo fue la abrumadora muestra de solidaridad de los marroquíes, jóvenes y mayores, con sus compatriotas afectados por el terremoto. Llegaron imágenes de todos los rincones de Marruecos, incluido el Sáhara marroquí, la región del Rif y de este a oeste, de norte a sur, incluso de marroquíes en el extranjero.
Las fotos mostraban vehículos marroquíes dirigiéndose hacia las zonas afectadas, cadenas humanas comprando suministros esenciales en las tiendas para ayudar a los de Al Haouz, Taroudant y Ouarzazate. Las imágenes también mostraban largas filas de donantes de sangre en los hospitales. Yo personalmente fui testigo de esto cuando se creó un centro médico en la Universidad Euromed de Fez; Los estudiantes, sus familias, el personal y los profesores compitieron para donar sangre. Sin olvidar las generosas aportaciones financieras realizadas a cuentas dedicadas. Las imágenes también mostraban a las autoridades, el ejército real y equipos médicos brindando ayuda a las comunidades afectadas. Esta respuesta ejemplar de los marroquíes seguramente se suma a la lista de logros notables de Marruecos, que encarnan la unidad entre el trono y el pueblo.
Mientras Marruecos luchaba por contar las víctimas, apoyar a las viudas y los huérfanos, reconstruir las zonas devastadas y considerar a los niños y huérfanos del terremoto de Al Haouz como los "afligidos de la nación", hubo detractores y críticos extranjeros. Utilizaron revistas y plataformas de medios vacías para provocar los sentimientos de los marroquíes, restando importancia a la notable resiliencia del carácter marroquí frente a los desafíos.
Estas entidades no podían aceptar que Marruecos fuera una nación independiente y soberana con una reputación cada vez mayor en el sistema internacional, que forjaba asociaciones humanitarias estratégicas en las que todos ganaban con países africanos, árabes y globales. Por supuesto, sus informes sesgados fracasaron ante la ola de fraternidad y solidaridad mostrada por el pueblo marroquí.
La visita del Rey Mohammed VI a las víctimas en el hospital de Marrakech, su donación de sangre para las víctimas, su generosa contribución de mil millones de dirhams para contrarrestar los efectos del terremoto y la presidencia de las sesiones de ayuda y reasentamiento son el testimonio definitivo de la “sinfonía” de solidaridad nacional escrita tanto por el trono como por el pueblo.
Los marroquíes, portadores de grandes valores de nacionalismo y humanidad, han demostrado que frases como "Cuna de hombres libres... Fuente de luces" no son simples eslóganes vacíos, sino que en realidad se basan en principios intemporales que no cambian ni desteñir.
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